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Pasar de víctima a creador de futuros



¿A veces te sientes desorientado por el mundo en el que vivimos?


No eres el único: Desorientación. Irracionalidad. Malestar. Así describió sus sensaciones el afamado futurista Alvin Toffler al contemplar las “transiciones revolucionarias” que enfrenta nuestra sociedad, y predijo que estas emociones se iban a multiplicar y propagar de forma generalizada entre las personas. Pues bien, esto lo dijo en 1965.


“Imagínese, no solo a un individuo, sino a toda una sociedad, incluidos sus miembros más débiles, menos inteligentes y más tradicionales, transportados repentinamente a este nuevo mundo. El resultado es una desorientación masiva, una conmoción futura a gran escala”, aseguraba Toffler hace 40 años, sin saber todo lo que estaba por venir.


Hoy estamos viviendo el futuro de Toffler.


No sé ustedes, pero yo a veces entro en estado de shock cuando veo que algunas herramientas relativamente nuevas están contribuyendo en alguna medida al surgimiento de figuras políticas que hasta hace unos años eran impensables; o que cada vez hay más softwares que aparentemente están quitando trabajos a humanos; o cómo las encuestas muestra cada vez más cómo los ciudadanos estamos perdiendo de forma inexorable la confianza en la mayoría de las instituciones alrededor del mundo.


Este shock no es el mismo para todos. De hecho, según Marina Gorbis directora ejecutiva del Institute for the Future, que comparte opinión con varios colegas futuristas actuales, nuestro “shock futuro” está distribuido de manera muy desigual.


Según Grobis hay sectores de nuestra sociedad que, no solo están bien preparados para el futuro, sino que, de hecho, están construyendo activa y conscientemente el futuro deseado. Para ellos, pensar en el futuro se ha convertido en una realidad cotidiana, algo profundamente arraigado en sus vidas, un proceso en el que tienen agencia real.



Una nueva desigualdad: víctimas versus creadores del futuro


De hecho, en lugares como Silicon Valley u otro foco de la élite tecno-social pensar en el futuro se ha convertido en una forma de vida, pero no todos los fundadores de empresas emergentes, incubadoras, equipos de investigación y capitalistas de riesgo y emprendedores están dispuestos a compartir sus visiones del futuro.


Del otro lado, tenemos a grandes sectores de la población -que crecen cada día más- que se perciben a sí mismos como víctimas impotentes del futuro. Esta división se está polarizando a un ritmo asombroso.


Si eres una persona joven que vive en un país devastado por la guerra o la pobreza urbana, pensar en el futuro puede parecer un lujo que no puedes permitirte. Si tu trabajo ha desaparecido y la economía de tu ciudad ha caído en picado, te sientes víctima del futuro que alguien más está creando… Lamentablemente, para muchas personas, algunas en nuestro entorno cercano, el futuro significa sobrevivir un año más o simplemente un mes más.


No todos vivimos la misma realidad. Por eso, imaginar y crear el futuro debe ser un esfuerzo público masivo que nos aleje de la posición de víctimas y nos coloque más cerca del timón. Necesitamos hacer que pensar en el futuro sea una forma de vida para más personas, no solo en Silicon Valley, las salas de juntas corporativas o los grupos de expertos académicos.


Las décadas de Toffler, a partir de los sesenta, fueron el nacimiento del pensamiento futuro o los estudios de previsión. El esfuerzo fue serio pero el gran sueño del futurista dede crear un Departamento de Prospectiva dentro de un gobierno dirigido por un Secretario del Futuro aún no ha llegado a materializarse.



Lo que México debe tener en cuenta ya


En nuestro país, la práctica del pensamiento de futuros se ha ido colando poco a poco en las mentes de los directivos de la empresa privada a través del trabajo de estrategia corporativa. Sin embargo, aún cuesta mucho trabajo concebir el diseño de futuros como una necesidad urgente de nuestra sociedad. Y lo es


Desgranamos un artículo de Grobis, “Future as a way of life” (2016) para entender el por qué. La directora del Institute for the Future da cinco razones.


1. El futuro es un lugar seguro. Podemos usar el diseño de futuros para construir puentes. Por ejemplo, podemos caminar hacia un futuro donde las personas pueden abandonar sus intereses territoriales inmediatos y pensar en nuevas posibilidades, nuevas elecciones y otros temas que pueden ser “impensables" hoy.


Al mismo tiempo, es un lugar donde las personas pueden aprender un poco del pensamiento de los demás, cuestionar las suposiciones de los demás y comenzar a construir un entendimiento compartido, un compromiso.



2. Las visiones del futuro están impulsadas por valores. El estudio y diseño de futuros nunca puede ser cautivo de un distrito electoral: debe pensar en el bien común.


Kevin Kelly, cofundador de The Long Now Foundation, argumenta que hay un cierto impulso integrado en nuestras tecnologías que favorece ciertos comportamientos. Pero si bien existen ciertas características tecnológicas inherentes a cada generación, su manifestación no está predeterminada; más bien, está determinada por nuestros valores y lo que consideramos deseable.


Por eso, necesitamos urgentemente involucrar a más comunidades y más personas en la comprensión de la dirección que está tomando la tecnología que estamos creando e imaginando, para poder construir caminos alternativos para su evolución siempre que sea necesario.



3. Las personas deben verse a sí mismas actuando en el futuro.

Un debe verse siendo y participando en el futuro Pero para eso, el futuro debe ser menos abstracto y hacerse próximo y tangible.


Nuestras experiencias y lugares que habitamos en el presente influyen en nuestro pensamiento: son los filtros de nuestra imaginación. Todos los días estamos rodeados de elementos del presente o del pasado: edificios, calles, caminos, infraestructura que se construyó hace décadas, a veces siglos. Rara vez hay algo en nuestro entorno físico e interacciones cotidianas donde podamos sentir de una manera real los futuros que tenemos por delante.


Para la mayoría de las personas, el futuro simplemente no es parte de su experiencia diaria y por eso no son capaces de visualizarse. ¿Cómo podemos cambiar eso? Podemos difundir las señales que percibimos del futuro de una manera más amplia para llegar a más personas, involucrarlas e infundir curiosidad.


Al final, el objetivo es que todos nos comprometamos de una manera más profunda en el futuro (o los futuros, como decimos aquí). Es lo que tratamos de hacer en el blog y en el boletín de Orâkolo, donde difundimos información sobre tendencias y cómo usarlas para diseñar lo que viene: hoy ya nos leen 2,000 personas, pero queremos llegar a muchos más.



4. Las personas necesitamos con urgencia un soplo de optimismo: el futuro puede darnos esa esperanza.


El asombro, a diferencia de la felicidad o la satisfacción, es ese raro sentimiento que tenemos cuando estamos en presencia de algo grandioso.


Hace poco, unos investigadores de Stanford descubrieron que las personas que sienten la emoción del asombro, en comparación con estar en un estado neutral o simplemente felices, tenían una percepción ampliada del tiempo.


El sentimiento de asombro también se relaciona con la voluntad, la probabilidad de elegir experiencias sobre objetos materiales e incluso una mayor satisfacción con la vida. En este estado creemos que somos capaces de casi cualquier cosa.


Y eso es precisamente lo que nos ayuda a hacer frente a los escenarios menos prometedores. El diseño de futuros alternativos puede y debe darnos esa esperanza que necesitamos ante panoramas catastróficos: hay opciones nuevas y grandiosas, y podemos trabajar para lograrlas. No hay nada más maravilloso que saber que el futuro no está escrito.



5. El pensamiento futuro es una habilidad esencial del siglo XXI: necesitamos cultivarla ampliamente.


Las organizaciones con visión de futuro buscan activamente personas en forma de T. Esto es, personas que tengan profundidad en un campo en particular y amplitud en su conjunto de habilidades y pensamiento.


Los mejores pensadores de futuros tienen este tipo de mente porque, en esencia, el pensamiento de futuros requiere una comprensión de los conceptos básicos y las señales de una multitud de dominios. Pero se debe estar atento a los patrones más grandes que representan estas señales y saber cómo interpretarlas y usarlas en nuestro favor.


Los investigadores del futuro sintetizan grandes cantidades de información para crear marcos coherentes y comenzar a relatar el futuro. A esto lo llamamos "crear sentido", y es quizás la habilidad más importante que deben desarrollar los jóvenes en este mundo que cambia rápidamente, donde muchas de nuestras suposiciones, ya no tienen sentido.




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